En 1988, después de haber escrito Roberto Zucco, Bernard-Marie Koltès tenia varios proyectos de escritura que solo quedaron en borradores. Uno de ellos, apenas desarrollado, ya que contiene solo tres escenas, incluía una dedicatoria a Coco Chanel.
A pesar de la brevedad del texto, es toda la densidad de un mundo en deconstrucción, de una vida en desintegración que se dibuja. Un encuentro a puerta cerrada entre une sirvienta y su ama donde los papeles se invierten, donde las voces se mezclan. ¿Quién es quién? ¿Quién domina a quién? La duda nos rodea.
¿Coco está muerta? ¿Está agonizando en su habitación? El misterio es total. El tiempo se ha parado. En una puesta en escena operada por Consuelo, somos los espectadores de un juego que oscila entre ternura y perversión.